Nancy (nombre ficticio) emprendió una aventura. Fue un 14 de septiembre de 2022. Partió de una barriada ubicada en el occidente de Venezuela, en el Zulia, rumbo al extranjero. Junto a una sobrina de ocho años, huyó del país, de la crisis.
Jamás pensó Nancy que esa aventura sería muy nefasta para su vida. Sin embargo, decidió arriesgarse.
La mujer viajó con su sobrina hasta Colombia, pues el objetivo era reunir a la niña con la madre, hermana de la protagonista de esta historia narrada por el periodista Gustavo Ocando Alex a través de La Voz de América (VOA).
Llegaron hasta Cartagena, costa atlántica colombiana. Debían abordar un vuelo que las llevaría hasta México, desde donde transitarían rumbo a la frontera con Estados Unidos, a donde muchos suramericanos, centroamericanos, caribeños y hasta africanos migran por el «sueño americano».
La hermana de Nancy había pagado 8.600 dólares a una coyote, por unas visas falsas, para que ambas pudieran transitar sin problemas por México.
Llegó el día del vuelo desde Cartagena y una llamada que cambió todo. Era la coyote. Dijo a la hermana que previniera a Nancy de no tomar el vuelo al país azteca, porque en un operativo de la policía colombiana arrestó a un grupo de migrantes con documentación falsa, tal como las visas gestionadas para tía y sobrina.
Cambio de planes y de ruta
Por avión, pero hasta la isla de San Andrés, jurisdicción de Colombia situada en el mar Caribe, y luego por lancha hasta Nicaragua, fue el inicio de una tortuosa ruta emprendida por Nancy y su sobrina hacia el «sueño americano».
Tuvo que esperar cinco días para partir desde el país neogranadino hasta San Andrés. Luego de tomar otro riesgo, viajar por lancha a Nicaragua, junto a otros migrantes abordaron autobuses y ferry para desplazarse por El Salvador, Honduras y Guatemala. Desde este último país tomaron balsas para llegar al sur de los Estados Unidos Mexicanos.
Tapachula fue la parada para estos viajeros, incluidas las protagonistas. Pero lo peor estaba por comenzar. Y Nancy nunca pensó que eso ocurría.
Infierno en Tapachula
Ahora están en manos del Cartel del Golfo. Están secuestrados”, bramó un encapuchado, con un arma larga desde el hombro hasta la rodilla.
Las mujeres lloraron al escuchar los gritos de los secuestradores, contó Gustavo Ocando a través de VOA.
Si alguien intenta escaparse, si alguien intenta gritar, hacer una señal o cualquier cosa, de aquí sale muerto o (muere) alguno de sus familiares”, exclamó otro de los encapuchados.
Era muy precaria la alimentación para Nancy, la sobrina y demás migrantes encerrados en galpones. Una vez al día les daban tostadas con una salsa de caraota picante.
Algunas veces, los captores arrojaban bolsitas de agua y paquetes de galletas saladas. Los más ágiles devoraban eso como si fuera un banquete, y quienes no podían agarrar el agua ni las galletas quedaban sumamente frustrados.
El plazo de pago
Uno de los secuestradores llevó un teléfono a Nancy para que se comunicara con su hermana, en aras de gestionar ocho mil dólares que pedían por tía y sobrina para sus liberaciones.
Les voy a dar el día y una cuenta Zelle para el pago. La hora tope son las 11:00 de la noche», le dijo el sujeto con el rostro cubierto a una trémula Nancy.
La hermana pudo pagar el rescate, vía transferencia. A manos de los plagiarios llegó la captura de la imagen de la operación bancaria.
Finalmente, Nancy y la chiquilla, con otros migrantes, tras una serie de vueltas en camiones, fueron bajadas de las unidades en el centro del Distrito Federal de México. La oscuridad reinaba en el sitio donde ambas llegaron, a las 3:00 de la mañana.
Tras esos 21 tormentosos días que duraron secuestradas, pudieron viajar hasta Mexicali, capital de Baja California, norte mexicano.
De allí viajaron hasta la frontera, para cruzarla y llegar a Yuma, en Arizona, sur de EE. UU. Allí se entregaron a la Patrulla Fronteriza, para pedir asilo.
Una aventura inútil
En Yuma, separaron a ambas. A Nancy la expulsaron a Hermosillo, en México.
A la pequeña la entregaron a una familia provisional, en EE. UU. La mamá no lo sabía, incluso, cuando Nancy estaba presa en Hermosillo, le gritó, durante una llamada telefónica: «¡La bebé, mi bebé!»
Sin embargo, la hermana pudo por fin reunirse con la hija, tras engorrosos trámites burocráticos.
Nancy voló de México a Colombia. Y llegó al barrio de sus andanzas, en el Zulia. Lamentó haberlo perdido todo. Aunque se consuela porque su sobrina está con la madre en el «sueño americano».
Fuente: VersiónFinal