Por Santos García Zapata
De joven era un incorregible pesimista con alta dosis nihilista; en mis insomnios me imaginaba desafortunado, empobrecido, viejo, decrépito viviendo modestamente de mi pensión visitando el Hospital del Seguro Social enfermo atendido por un especialista extendiéndome un récipe de medicinas sufriendo la humillación de entregar mi Carnet de asegurado, copia de la cedula en una farmacia donde me daban sin pagar las medicinas necesarias. Más tarde operado en el Hospital José María Vargas. Cuando me venían esos infames pensamientos corría por mi mente la idea del suicidio. Hoy no hay insumos ni especialistas en el Hospital del Seguro Social ni mucho menos medicinas gratis, mi actual pensión no alcanza para comprar un kilo de queso. Me veo “esperando a que una gran nube de la especie cúmulo se sitúe sobre el estado. Disparo entonces la flecha petrificadora, la nube se convierte en mármol, y el resto no merece comentario.”